Luego de un largo receso, heme aquí nuevamente ante
el teclado y ustedes. Además de las alegrías propias de la paternidad, hoy en
este primer día del año quiero en lo más profundo de mi corazón hacer una sarta
de propósitos para este año que inicia.
Sin duda alguna, un primer momento es pedir al Dios
de la Vida, al Dios resucitado, por mi familia, la más lógicamente
cercana, representada en mi esposa y dos niños, pero también en la lejana que
sigue resistiendo los duros momentos de una Venezuela en crisis en todas sus
dimensiones. Especialmente por ellos quienes su día a día es sumamente una
caída libre signada por la desesperanza y la destrucción del poder adquisitivo,
además de los cotidianos afanes de búsqueda de efectivo, fallas en los
servicios y las consuetudinarias dietas obligadas.
En este sentido, denunciar y anunciar debe ser no
sólo para mí, sino para quienes están en mi situación. Agradezco la fortuna y
gracia infinita que el cielo y los ángeles me han brindado, pero como no sufrir
los dolores, como no sentir en carne propia el desmoronamiento de mi país, que
literalmente está hecho añicos.
Lo otro es poner la escritura, mi escritura, al
servicio de quienes más sufren, no sólo quedarme en palabras, sino inspirar
acciones, estamos en un mundo cada vez más individualizado, lleno de egos
y banalidades, olvidando por completo lo esencial, los detalles. Uno de mis
mayores anhelos es volver a la academia, combinar todas estas vivencias
acumuladas en estos 2 años fuera de mi país, para ponerlo al servicio de
quienes como yo seguimos persiguiendo la utopía.
Entre eso, recuperar nuevamente la fe social, en el
proyecto grande, lamentablemente sufro un desahucio profundo al mirar a cámara
lenta lo sucedido en mi país, luego de ver cómo profanan los principios de
lucha histórica, banalizando con ello las conquistas, incluso arrastrando con
sus miserias la ilusión de muchos, haciendo ver a quienes apostamos por una
ruta distinta como perfectos mequetrefes, pues el asunto de fondo es ver a esos
personajes rasgar sus vestiduras, discursear bonito en redes, cuando su vida es
una perfecta máscara de incoherencias, duele decirlo y hasta admitirlo, pero
espero no decir de esta agua no beberé ni escupir arriba, pero con el pasar de
los años aspiro a tener el "poder" para probar de lo que digo y
hago, el problema de fondo es que muchos no vamos en coherencia con lo que
decimos, todo queda en teclados, fotos y redes sociales.
Mas el caso de quienes detentan el poder es mucho
más preocupante, amasando fortunas astronómicas en nombre de los más pobres,
ese discurso vacío y sin cascarón daña procesos, daña ideas, las hace polvo
cósmico. Quizá "estoy descubriendo el agua clara", muchas de las
veces producto de mi ingenuidad, mi juventud, pero como propósito ineludible
estará no perder esa esencia.
Todo esto aplica también al mundo de la fe, de las
periferias existenciales, gracias a Dios NO soy ateo, he tenido aún capacidad
de resiliencia y, por supuesto, conocido gente del mundo de las iglesias como
verdaderos ejemplos de testimonio y coherencia, quizá eso aún me pone a
reingeniar y a buscar por supuesto la fuerza necesaria para seguir adelante.
Doy gracias por la amistad sincera y verdadera,
aquella que sobrevive a las dificultades y a las tormentas incluso a la
distancia, sabiendo que en los amigos verdaderos hay un tesoro. Asimismo hacer
una oración actante por los que no están en presencia, pero siguen en el
corazón, ese es otro de los tesoros más preciados, las enseñanzas que nos
dejan, los momentos vividos, no hay que mirar atrás y lamentarse, sufrir
eternamente, ni vivir de cabeza frente a sus mausoleos, la espiritualidad
vivida en acciones de bien y seguir sus pasos basta y sobra para rendir
homenajes.
Confieso que cada momento de mi vida recordaré a mi
madre, esa mujer que llegó sólo a sexto grado, fue madre soltera, aún cuando
esa categoría ya hoy en día quede en entredicho, pues siempre fue una mujer
valiente y luchadora que no necesitó de ninguna otra relación para poder criar
a su hijo, claro está, gracias a Ángela, mi heroína campesina y analfabeta, mi
María Natividad pudo sostener y formar a mi hermano. 18 años después de él fui
yo.
Ahora como nunca, mi padre, el heladero, con su
decisión irrevocable de morir en su tierra es como una parte de mi alma allá,
sin embargo, Miguelángel en su sonrisa me lo recuerda. Ni que decir de Kari, su
hermosa melena es tan lacia y lisa como la de Natividad. Es precisamente por
ellos, que en cierta forma soy yo, son mis ancestros, poder brindarle cada año
ejemplo de coherencia y rectitud, sin perder la perspectiva de la creatividad y
la alegría.
Mis mejores deseos en este año que comienza y
quiero comenzarlo con pie derecho, acompañado de un séquito de ángeles tanto
etéreos como de carne y hueso.
Abrazo fraterno
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