Ya es un hecho y la visita del Papa Francisco a Perú, especialmente a Puerto Maldonado el próximo 18 de enero de 2018 es sin duda una oportunidad muy valiosa para el Sumo Pontífice de tener un acercamiento más profundo y escuchar no sólamente las voces de nuestros pueblos originarios como antesala al Sínodo Panamazónico de 2019, sino también las voces de la naturaleza.
Ese concepto escuchar la voz de la naturaleza lo aprendí con mayor profundidad de mi admirado y respetado Pedro Sánchez, hermano peruano radicado en Ecuador desde hace varios años, quien ha transitado un interesante camino desde la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) desarrollando un estilo de comunicación desde las lógicas y sentires de nuestros pueblos de la amazonía, formando generaciones de jóvenes indígenas y campesinos para no sólo escuchar su voz sino la de la creación.
Es por ello que un importante desafío del Papa será la de asumir una postura de defensa del territorio de la amazonía, hoy amenazado por el extractivismo indiscriminado, donde en muchas ocasiones pobladores, defensores de DDHH, misioneros, laicos, religiosos, incluso, obispos han caído víctimas de la violencia generada por los intereses que tocan.
Otro aspecto importante a destacar en esta visita, sobre todo en ese tan esperado encuentro con los pueblos indígenas, es la realidad de exclusión y pobreza que sigue latente. La sociedad prácticamente está a espaldas, es indiferente, no hay mecanismos ni siquiera de respeto auténtico de las culturas, más de las veces son fetichizados, cosificados, como vil estrategia de marketing o por un esnobismo ramplón e insincero, pero la razón fundamental de todo este asunto es que las causas estructurales generadoras de pobreza siguen intactas. He allí como el verbo divino de Francisco, en su sapiencia, en su calidad humana, deberá de algún modo intermediar entre los pueblos indígenas y la sociedad para que sus costumbres no sean vista como atracción de circo, sino como manifestaciones importantes de hombres y mujeres creadores de una cultura alterna al instrumentalismo y razón moderna propias del eurocentrismo, esto claro está, lejos de los fundamentalismo ideológicos, sino desde las miradas endógenas de otros modos de ser y sentir.
Nuestra iglesia, una iglesia con heridas, muchas veces enferma, camina en salida en este pontificado de Francisco, que seguramente vendrá todo oídos para no sólo escuchar la voz de lo más necesitados, sino la de la Amazonía, de la creación. Bien lo intuyó en su Encíclica Laudato Si.
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