Qué privilegio fue compartir con el cardenal Chito, uno de los referentes de la Iglesia Católica del Asia, arzobispo de Manila, Filipinas. Su nombre de pila es Luis Antonio Tagle, además de ser el segundo cardenal más joven, es uno de los candidatos a ser el próximo sucesor de Francisco.
Él es una combinación perfecta de humildad y sapiencia, pues ha sido uno de los más celebérrimos conferenciantes sobre doctrina de fe, llegando incluso a relevar al entonces cardenal Joseph Ratzinger, posteriormente Benedicto XVI.
Pero más allá de lo que dicen los medios que es harto consabido, lo diré al mejor estilo Morillo. Al saber de su presencia en la celebración del 50° aniversario de la Populorum Progressio, sentí una fuerte corazonada, "Tengo que entrevistarlo".
Y tras su paso, fuerte apretón de manos, amplia sonrisa, lo demás era parte de las circunstancias. Era muy fácil encontrártelo en el sitio (quizá las condiciones estaban dadas), estaba siempre acompañado, hablar con él incluía de requisito una sonrisa, pero muy en el fondo, me resistía a romper esos protocolos, en mi estructura mental me negaba a dar la sonrisa, sentía que era un irrespeto, "Por Dios", me repetía.
Llegó el momento, había dejado correr la arruga del encuentro. Sin embargo, el reloj corría. Renuente a no correr riesgos, se trataba de una entrevista de personalidad, algo muy íntimo, además de la barrera de inglés, pues para expresar mejor sus respuestas debía hacerlo en ese idioma, me armé de valor y le pedí a mi amiga Flor Piñango, periodista de Cáritas Venezuela, me ayudará a concertar el encuentro.
Previamente habíamos acordado con Marcia Boxil, de Cáritas Antillas, una políglota a prueba de fuego y muy atenta, hacer la traducción simultánea. Llegó el encuentro, era la una de la tarde salvadoreña, ya Flor tenía precisado al cardenal Chito (como yo prefiero llamarlo), pero Marcia no aparecía. ¡Qué angustia!
Como enviada por la providencia, me encontré con Clare Dixon, Directora de Cafod de América Latina, no menos sencilla que Tagle, encantada aceptó ser nuestra intérprete, esta inglesa con el corazón latinoamericano, fue extraordinaria en la traducción.
El cardenal parecía un muchacho, reía a borbotones... "Oh sobre mi vida", y reía de gozo, Clare también le mencionó en su perfecto inglés británico que ella pasaría por ese mismo trance... La entrevista fluyó, fue un momento mágico, la profundidad y la camaradería iban de la mano.
No lo podía creer, tanto prejuicio de mi parte y heme allí, compartiendo con un Cardenal que me decía con sus acciones que nos han acostumbrado a estar distantes de nuestro pastores y más de alta jerarquía... Sus gestos y acciones me llevaron a cuestionarme, pues en mi cabeza todavía hay trabas, aún cuando en el discurso piense en lo contrario.
El cardenal Chito es un digno ejemplo de cómo deben ser nuestros líderes eclesiales, líderes sin aspavientos, auténticos y cercanos, pero sin perder la profundidad. Que iba a pensar Ángela Maldonado, mi abuela campesina y analfabeta, que uno de sus nietos entrevistaría a un Cardenal y de tan lejos... O qué iba a imaginar Pedro Morillo, vendedor de cepillados (helados) y de kinos (lotería)...
Pero eso no me hace mejor persona que nadie, como dice Chito, sencillamente somos privilegiados, y en eso radican las decisiones que en la vida tomamos. La pobreza no es una excusa para lamentarnos, gracias a Dios, porque me alejó de los peligros y tentaciones, gracias a Dios por la vida de Chito, por la vida de mis padres, de mis maestros...
Son signos que las jerarquías y títulos son prejuicios con los que yo mismo he tenido que luchar, "Tan bobo", dirían mis parceros colombianos, pero no es fácil deslindarse de eso, la sociedad nos ha domesticado y convirtiendo en algo común, ustedes allá, nosotros acá.
Que viva la fraternidad y solidaridad, sencillamente nadie es mejor que nadie, tan sólo somos y respiramos, nos diferencian nuestras decisiones y acciones, por eso que somos libres de tomarlas y cada cual forjar su futuro, lo digo con conocimiento de causa y orígenes.
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