Dina, aquí prefiero ser menos formal y no decir su apellido, es una mujer salvadoreña que conoció muy de cerca la obra de Rutilo Grande, aquel sacerdote jesuita de Paisnal, muerto a manos de la represión de la dictadura salvadoreña el 12 de marzo de 1977. Esa muerte fue la que conmovió a Monseñor Romero y es cuando asume las banderas de la justicia, he allí su conversión.
Ella es una de esas mujeres que sin tener la cobertura mediática de Rutilio o Romero, formó parte de ese séquito y se unió a tantas y tantos por la lucha de las tierras y a la no explotación de los campesinos.
En ese periplo no sólamente tuvo el pesar de ver morir a Rutilo, sino que a varios de sus seres queridos, entre estos, su esposo, primos, vecinos, amigos. En fin con el dolor a cuestas, también sufrió mucho la muerte de Romero y la posterior persecución a todos aquellos que secundaron la causa de los sacerdotes mártires.
Viuda y con 5 hijos, Dina no perdió la esperanza, (qué tronco de mujer), es un ejemplo, trabajó, estudió incluso en la universidad y se graduó con uno de sus hijos. Su historia es una serie de acontecimientos lúgubres que a fuerza de vida convirtió en constelación de estrellas.
Mi corazón lloró, pero lloró de alegría. Sus ojos me recordaron los de mi madre, llegó su abrazo, terminó la entrevista, una de las más conmovedoras que he realizado, enseñándome sobre todo que el valor de la alegría y perder el miedo ante la desesperanza son claves para salir adelante. Dina sabe muy bien en carne propia que después de la tormenta siempre sale el sol.
Gracias Dina por darme un poquito de tu historia... Qué privilegio
Te llevo en el corazón
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